Belén Esteban: la grandeza de un pueblo

Belén Esteban

Sánchez Dragó decía hace poco en un programa de televisión que estamos llegando a un momento de esperpento, de verdadero esperpento valleinclanesco, debido a la desesperación de esos ciudadanos que «se agarrarían a un clavo ardiendo». En unas votaciones y encuestas populares sin sentido se llegó a poner a la «princesa» Belén Esteban como tercera hipotética potencia política del país en caso de que saliera al baluarte del gobierno, por detrás del PP y el PSOE. Si esto no es una deformación de la realidad, como hacía Valle Inclán con su teatro, apaguemos y vayámonos de este mundo que ha perdido la cordura. La gente habla con pasión de ella porque la llaman «auténtica». El problema es que la gente se conforma con una mera etiqueta, lavados los cerebros por esa maquina tan peligrosa que puede ser la televisión para aquellos que no se cultivan de otro modo. Hablaba hace poco con una amiga sobre lo que simboliza esta señorita para España, esa que algunos ahora llamaron (incluso haciendo un documental en su nombre) «princesa del pueblo español». A mi modo de ver no hay relación más clara entre esto y el deterioro cultural al que nos vemos sometidos desde hace ya largo tiempo, no solo en el ámbito intelectual sino en el político, social y educativo. Para gobernar no hay que ser «buena persona», hay que saber gobernar, y podemos dudar que una persona que no sabe qué es la Edad Media podrá llevar a cabo gestiones sociopolíticas, económicas, etc. Evidentemente todos esperamos autenticidad en aquellos que nos gobiernen, pero esta es una cuestión humana y no política, no podemos basarnos únicamente en esta para delegar una responsabilidad tan grande.

No ataco a la ignorancia, la cual respeto porque yo mismo soy un ignorante en muchas cosas y creo que esta es una de las cosas mejores que le puede pasar al ser humano: ignorar, es decir, tener cosas que aprender. Lo que critico es esa actitud de orgullo ante el hecho, ya que la ignorancia, como dijeron, es muy atrevida. Lo que critico y lo que me toca realmente los cojones es que se tome por bandera a una señorita con evidentes problemas de drogadicción, financiada por una cadena de mamarrachos para hacerse sus operaciones de estética o vivir como una, sí, princesa, maquillada en esa falaz imagen de doble moral tan típicamente española en la que una persona «pobre, humilde y auténtica» es elevada al trono de los cielos cuando en realidad no es más que una ricachona que se ha ganado los euros a base de su ignorancia y patetismo constante, no haciendo gala de humildad sino precisamente de lo contrario, de soberbia, porque la ignorancia llevada al extremo se acaba convirtiendo siempre en la razón de los soberbios. No critico que por diversas circunstancias una persona no sepa, no haya aprendido sobre ciertos temas o ignore otras tantas cosas, lo que critico es esa actitud altanera ante esto; lo que critico, sobre todo, es esa sociedad que parece querer obligar a todos los españoles a sentirse parte de un circo en el que muchos, estoy seguro, nunca entramos, porque no nos identificamos con esa falsa «autenticidad».

España, ese lugar en el que la gente se ríe del que aprende idiomas porque «pone una voz extraña»; sitio en el que la cultura es abucheada a diferencia de entenderse como una coyuntura básica para el entendimiento del mundo y el progreso; sociedad en donde la educación no se quiere basar en el aprendizaje sino en la falsa estadística de aprobados con la que obtener títulos para trabajar y seguir siendo esclavos de esa «dictadura invisible» en la que el pueblo no debe saber nada, porque así son más fácilmente manipulables; en donde la Universidad pasa de ser un centro de libertad a una escuela más de primaria o algo cercano al jardín de la infancia, en el que se elimina la libertad de cátedra y, por tanto, de pensamiento en el profesorado; en donde no tenemos ninguna universidad de referencia europea; en donde se alaba lo denigrante y se intenta destruir lo que nos diferencia muchas veces de ser unos animales, esto es: la cultura y la capacidad para pensar. España, rincón de envidias y cainitas, rincón en el que destruir al prójimo forma parte de la naturaleza de muchos de esos que pretenden llevar al gobierno «la autenticidad», rincón en el que el culto es un pedante y el perro es el señor, a diferencia de muchos otros países en los que de verdad la cultura, las lenguas y el aprendizaje se consideran herramientas cotidianas para la existencia de la sociedad y sus individuos, donde se adoran símbolos de verdad y no esperpentos sociales, donde no se idolatran freaks que, llevados al extremo, denigran y envenenan ese suelo que me gustaría pisar sin sentirme tan poco identificado algunas veces. Sí, la grandeza de nuestro pueblo.

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1 comentario »


Un comentario en “Belén Esteban: la grandeza de un pueblo”

  1. Es una excelente observación.
    Gracias por instruir.
    Saludos desd Fuerteventura.

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